En realidad, las cosquillas constituyen una reacción de autodefensa del organismo, es decir, un instinto primitivo que obliga a reaccionar al cuerpo ante situaciones de peligro como, por ejemplo, prevenir los ataques ponzoñozos de una araña o un escorpión que camina sobre la piel.
La señal producida por la estimulación de los receptores táctiles de la dermis viaja hasta dos regiones cerebrales: la corteza somatosensorial, que procesa el tacto; y la corteza cingulada anterior, que gestiona la información agradable.
La señal producida por la estimulación de los receptores táctiles de la dermis viaja hasta dos regiones cerebrales: la corteza somatosensorial, que procesa el tacto; y la corteza cingulada anterior, que gestiona la información agradable.
Las neuronas de estas áreas desencadenan una respuesta inmediata en forma de bruscos movimientos corporales y una risa nerviosa difícil de controlar. Si estas reacciones interfieren en la regulación de los músculos involuntarios que controlan la respiración, pueden causar espasmos e incluso asfixia.
La situación de estrés que produce el cosquilleo también puede ocasionar un fallo cardíaco, eso sí, siempre y cuando la persona parezca alguna dolencia en el corazón. Ambos casos son muy extraños en la literatura médica y lo normal es que las consecuencias más nefastas de unas cosquillas no pasen del enfado de la víctima mientras se retuerce de risa.
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